Natasha Tiniacos: La marcha de los sustantivos: El tenedor

12 de agosto de 2010






El tenedor es una tríada de atlantes destinados a erguirse y sostenerse. El tenedor busca el perdón de los dioses pues ha cometido el error gravísimo de intentar escaparse. Los atlantes se despertaron con ganas de irse cada uno por su lado y merecieron la extensión de su castigo. La tentativa de la huida era la destrucción del mundo que yergue en sus hombros: la desolación del hambriento. El tenedor era arrepentido. El movimiento que le da empleo es un arrojo. La razón de ser del tenedor es el movimiento y la dispersión. Ha sido creado para desintegrar, desmoronar, deconstruir y abastecer. Lo más incómodo de su castigo es adentrarse a las bocas, esas cavernas con monstruos de textura blanda. No hay una sensación más incómoda que una lengua puesta sobre otra involuntariamente. El tenedor aguanta la respiración, pero traga saliva ajena. A veces descansa en el escurridero y disfruta esa quietud junto a las cucharas y los cuchillos, con los que siempre tiene un roce. Siente compasión por el vacío de los platos hondos y las tazas sin orejas. A mi juicio nada se compara a la tristeza del tenedor, la suya es una tristeza existencial. El tenedor es una unidad a la fuerza, sus átomos están emberrinchados.

Su labor no es incesante. En las noches, cuando nadie tiene hambre, lo guardan en una gaveta y lo acuestan sobre otros tenedores. Es una pequeña cárcel, un barco en el que traen esclavos a América. Cuando está acostado oye los susurros de los otros tenedores y se da cuenta que todos los atlantes sueñan con bajar los brazos. El descanso es breve pues alguien siempre tiene que comer. Si supieran el rol del tenedor en el pan nuestro de cada día comeríamos con las manos. Pero ése es un mundo muy libre y utópico. El tenedor se rinde al huevo, al arroz, a la patilla, al cartílago del pollo. Sus lugares de trabajo son las espinas y el pellejo. El tenedor desuella y colma, es el sustantivo que nada posee, el que por designios habita entre los sólidos. Su rutina es el hambre y un perenne acto de contrición.




Foto original por Ricardo Gómez Pérez 
Vía @papelliterario


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